La pasada semana defendí dos temas  en la tribuna del Parlamento Vasco. Lo hacía en una sesión en la que se abordaron varios temas “guadiana” que ha sido recurrentes a lo largo de mi dilatada trayectoria política: el lobo, la instalación de parques eólicos en territorio alavés, la protección de los Montes de Vitoria,… Todo en el mismo día.

No es la primera vez que en este espacio digital me hago eco de esa habilidad alavesa (si me apuras, más vitoriana) para engendrar asociaciones que pongan en cuestión el interés general de cualquiera de los proyectos que pongan sobre la mesa las diferentes instituciones vascas, alavesas o gasteiztarras. La última contra el BEl, la anterior contra la extensión del tranvía a la zona sur de la capital o contra el soterramiento ferroviario…; haciendo memoria y si estrujo la caja de los recuerdos, aquella que exigía la defensa del lobo, la que se oponía a la instalación de parques eólicos en las ventosas cumbres alavesas o la que alegaba en favor de ampliar restricciones para los montes alaveses sean los de Vitoria o… 

Se mueven con agilidad en el terreno de la protesta. Postulantes de la presión sobre gobiernos en lo relativo a las decisiones políticas o económicas que adoptan. Pseudo-lobbistas que pretenden un giro de la acción política en torno a unos intereses particulares. Pseudo-lobbistas que aspiran a influir en el día a día de las instituciones. Expertos en todo sea el clima, las bicicletas, el medio ambiente, las carreteras o… Los mismos contra todo. Su modus vivendi les coloca en la plantilla de “protestadores profesionales”. 

La opinión es legítima y confiere valor a la libre expresión. Como representante de un partido político que está a pie de calle, reconozco que nuestra responsabilidad es escuchar todas las voces: las que adulan y las que critican. Lo hacemos. Escuchamos aquellas que se producen a título personal o incluso aquellas otras que se amparan detrás de las siglas de asociaciones privadas de las que se desconoce cómo se formula su voluntad. Dicho de otra manera, si representan y, si representan, a cuántas personas y cómo se adoptan las decisiones que expresan. 

Es cuestión de discernir entre representatividad y representación. Son todas aquellas  personas que se acercan, elección tras elección, a los colegios electorales para introducir su opción de voto en la urna las que conceden la legitimidad y esa capacidad de actuar en su nombre a los partidos políticos.  EAJ PNV obtuvo el apoyo de cerca de 48.000 alaveses y alavesas en 2019.

Por esa representatividad corresponde a quienes reciben respaldo electoral sopesar situaciones y tomar decisiones, a través de sus representantes instituciones, para que Vitoria-Gasteiz, Álava y Euskadi sigan avanzando. Es nuestra obligación. Después de escuchar a la sociedad y sabiendo que en su seno también hay personas para las que se haga lo que se haga, todo está mal.